PROTESTO!!
Yo toco en una orquesta juvenil. En mi caso no hay ni sindicato... ni contrato, y por tanto, ni prestaciones, ni un solo derecho laboral. Llevo cuatro años con la misma paga, de la que hago lo posible para que alcance, justificada en cuestiones legales como "beca", de donde los políticos y administrativos se agarran para no aumentarle ni un centavo aunque la inflación suba cada año, y para lo cual debo inscribirme a una escuela para no recibir clases (y digo yo ¿para qué si acabo de terminar la carrera?) y solamente para acreditar ante esos políticos y sus contralores la designación presupuestaria para una escuela de música, de organización tan improvisada como la de la misma orquesta. Cada año, seis meses, dos meses, semanalmente, debo presentar una audición, según sea el caso, el capricho o la necesidad (o necedad?) del director general y maestros, pero eso no es lo que me indigna, lo que me indigna es que algunos de los que me ponen la calificación de la cual depende mi subsistencia en esta ciudad (por lo pronto), tocan desafinado, o con un sonido horrendo, o se pierden al dirigir o ni siquiera escuchan e incluso, en el caso de mis colegas los alientos, uno que otro toca peor que los mismos becarios... Afortunadamente no todos son así, y contamos también con muy buenos músicos de principales. Con estas famosas audiciones, he tenido que soportar que de orquesta sinfónica hemos regresado a la condición de orquesta de cámara, "acostumbrarme" a la partida de compañeros y colegas que se entregaban a su trabajo y todo viendo cómo un inepto de ochentaitantos años mata el entusismo y la dignidad de las personas que creemos ganarnos ese lugar y esa beca con nuestro estudio y trabajo. Gritos, histerias, humillaciones, ni qué decir de la inexistencia de un buen trabajo de dirección (se pierde, escucha bajo lo que está en tono, alto lo que está bajo, cree que más rápido quiere decir "no tan fuerte", etc.,etc.). Así, cada seis meses (aprox.) firmo un "convenio de beca" donde literalmente renuncio a cualquier clase de derecho, ya no digamos siquiera laboral, donde se especifíca que en caso de accidente o enfermedad, "El Instituto", de considerarlo necesario, puede ordenar el cese de la beca misma. Debo soportar que no haya permisos sensatos para cursos, concursos, invitaciones a tocar en festivales, etc., aún cuando no representan remuneración personal, y en el remoto caso de ser concedido, implica el descuento directo de los días en cuestión (claro que si son cinco, te descuentan la semana completa), además de uno tener que hacerse cargo de conseguir al suplente...
Encima, hay que soportar los egos de quienes se creen "colonizadores del tercer mundo", que afortunadamente están disminuyendo, las irresponsabilidades de jóvenes veinteañeros que viven en la apatía por todas las condiciones y la impotencia que vivimos a diario.
Afortunadamente, y para mantener mi humanidad intacta, tengo una sección (la de los violonchelos) tan amada y querida, pacífica y responsable (que sé que al cambiarme de orquesta será un sueño imposible, un viejo recuerdo) que eso me ayuda a no perder el sentido, a recordar que no sólo vivo de eso, sino para eso. Vivo para tocar, para hacer música con las limitaciones que mis posibilidades internas y externas me permitan. Y aprendo con ellos y de ellos, mis colegas, de los que tocan "más" y de los que tocan "menos" que yo.
Y procuro no llegar marchita al final de cada temporada, donde además de chutarme los contras diarios de mi bienamada orquesta, tengo que escuchar comentarios como "No, pero esta orquesta yo no es lo que solía ser", o "Qué mal está sonando la orquesta ahora" o "Herrera es un gran director", o los comentarios descalificadores de algunos colegas de otras orquestas ya "profesionales". Pero lo peor de todo, es que llegue este vejestorio a desbaratar una obra y digan que la orquesta es mala y que otro día suceda el milagro de que nos proponemos ignorar a este dictador-director y logramos ponernos de acuerdo para que la orquesta suene bien, o que ese día hubo director invitado y algo se pudo hacer, y el comentario de la gente sea "Ah, pero qué buen director, por eso suena la orquesta!"... No lo soporto!! Sí, sí hay excelentes directores, y por piedad pido que alguno nos conozca. No somos la Filarmónica de Berlín, ni la Sinfónica de Chicago, pero sí un montón de jóvenes hambrientos de cultura, de música, de aprendizaje, de tierra fértil, con suficientes herramientas para hacer algo digno, no sólo de la orquesta, sino del público que escucha.
Así que esta protesta se colorea de súplica para que la próxima vez que asistan a un concierto de música sinfónica, antes de expresar un juicio, primero se pregunten qué es estar en los zapatos de los que tienen enfrente...