viernes, agosto 13, 2004

La más bella historia de amor...

Últimamente me ha dado por jalar mis pies al suelo más de lo habitual, quizás por las circunstancias que me han rodeado en los últimos cuatro años de mi vida, las secuelas de ello, los miedos que me han surgido y que cargo desde mi infancia. Pero ayer me he topado con una historia sencilla, que podría ser digno argumento de una de esas películas Hollywoodenses donde la vida se vuelve rosa por un momento. La historia pertenece a un blog que conocí hace poco, el de Lehahiah (domingostarde), y se titula “La más bella historia de amor”. Es simplemente la historia de sus abuelos, tan real y conmovedora que parecería una novela de Isabel Allende o algo así. El caso es que movió mucho. Me movió una serie de deseos que están latentes y que cuido, protejo y celo como a ninguna otra cosa dentro de mi persona. Y es que siempre he sido creyente fiel de que el amor existe, el amor “a largo plazo”; y aunque he tenido la gran fortuna de ser una persona no sólo querida, sino amada, de haber conocido el amor, desde el más puro, ciego e inocente, hasta el más consciente, la verdad es que en el fondo de mi corazón sigo soñando con ese amor duradero, que supera los obstáculos, las crisis, las diferentes edades y etapas de la vida. Sigo soñando con algún día tener la oportunidad de vivirlo. Sigo soñando con llegar a vieja y tener a alguien conmigo (me viene a la cabeza la canción “When I´m sixty four”, de los Beatles), alguien que a través de la vida y los años se vuelva verdaderamente mi compañero, mi complemento y viceversa. Alguien con quién lograr ser cómplice y no sólo compañía. Alguien que me inspire tanta confianza y seguridad que pueda formar una familia. Y no sueño con la familia perfecta, que de entrada sé que no existe.
He pasado años tratando de enterrar este sueño, escudándome en que son otros tiempos, en que soy una mujer ambiciosa, en que yo crecí sin un modelo de pareja, etc.,etc... Mas siendo sincera, el sueño sigue ahí, aguardando pacientemente a que su portadora sea capaz de lograr el equilibrio que le permita crear las circunstancias y elegir lo mejor posible. Yo no sueño con el hombre perfecto. Para empezar, si existiera, estaría con la mujer perfecta, la cual estoy, felizmente, muy lejos de ser. A mí me gusta el factor humano, ese que nos hace buscar, amoldarnos, negociar, construir y crecer. No sé cómo se logra crear esa “historia de amor”. Quizá el primer paso ya lo he dado al reconocer que en verdad lo deseo. Sólo resta vivir y esperar, no a que el “factor destino” me lo ponga enfrente, sino a esperar a que el “factor yo misma” esté listo para encontrar y dispuesto a construir pensando en dos.

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