lunes, agosto 09, 2004
Anoche me encontraba seleccionando algunas de mis canciones favoritas para hacer una recopilación. Jamás creí que dicha tarea pudiera ser tan titánica. Por un lado, porque cada vez se me ocurrían más y más canciones, de las cuales algunas están en cassette y otras ni siquiera las tengo. Me parece que la “cacería” va a ponerse peor. He de encargarle a alguien con Internet por cable que me busque dos o tres canciones en la red y pedir ayuda para pasar a disco las que sí tengo en cinta. Ya una vez reunida la mayor cantidad de las canciones, tendré que proceder a hacer otra selección para que quepan en un CD que quedé de mandar. Pero eso no es lo más, eso es sólo un pequeño ejemplo de mi neurosis obsesiva que de vez en cuando brota. Lo verdaderamente colosal es la ola de recuerdos que llegaron a mi mente, desde mi primera infancia (como aquella canción de cuna que hizo mi padre), pasando por mi primer amor, las canciones que significaban rebeldía para mí, las primeras que canté, en fin... Toda una historia de amistades, épocas de mi vida, encuentros y desencuentros y aquellas con las que me identifico tanto como What a Wonderful World, El Caracol, Verbos en Juego, El escaramujo o Siento Vida. Y me encantaría poder incluír las que cantaba en la prepa con mi hermano y el “Woody”, qué se yo. Por horas todo se llenó de pronto de años, de esos que no se pueden medir como medimos el tiempo. Se llenó de gente, de atmósferas, momentos de mi vida, de historias, de risas, de lágrimas, de euforia, de melancolía, de esperanza. Y me puse a asechar memorias, a cazarlas y dejarlas libres dentro de mí, en mi jardín privado, ese que no se puede guardar en una foto, ni tomarle medidas. A pesar del desvelo, me desperté llena de vida y de ánimo para mi corrida matutina y hasta corrí más de lo que acostumbro. Tal vez me lleve un buen rato esta recopilación, pero vale la pena. Vale la pena recordar.
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