Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer
Hoy por la mañana asistí al programa de radio de un amigo, que es sobre música latinoamericana, aunque procura, de vez en cuando, enriquecer el formato haciendo alusión a diversos temas o fechas en específico. Esta vez no fue la excepción y quiso unirse a esta conmemoración del Día mundial de la no violencia contra la mujer. Así, además de seleccionar música relacionada al tema, también invitó a una doctora, un abogado y a su servidora. El abogado dio información respecto de asesorías y eventos asociados con esta fecha, así como una pequeña introducción-comentario sobre la cuestión legal. La doctora, que iba bien preparada con apuntes de cifras y hechos históricos, habló de la cuestión del maltrato físico y de los antecedentes de la lucha de las mujeres por defender sus derechos, de la reciente preocupación de los legisladores (legisladoras, sobretodo) por cambiar las leyes para que se pueda proteger más a las mujeres dentro de la célula familiar. Como de este tema se ha hablado mucho (aunque no suficiente, ni bien enfocado, a mi parecer) y es de esos que se tornan inagotables y al mismo tiempo agotadores, me limité a nombrar otro tipo de maltrato que no es ni la violencia física, ni verbal, de la que siempre se habla y me refiero a la indiferencia, al abandono, a la marginación y a la discriminación que nuestra sociedad y cultura favorecen año tras año, mes con mes y día tras día. A esa educación que recibimos hombres y mujeres, que nos convierta en eternas víctimas y perpetradores del mismo círculo y que acaba con nuestra autoestima y capacidad de empatía.
Esos esquemas impuestos y aprendidos a través de la cultura y la educación que inventa a la mujer como una supermujer, que además de hacer todo lo que le corresponde (sean las labores domésticas y/o el trabajo, atender la casa y los hijos), tiene que dejar sus necesidades de lado para lograr la armonía y el bienestar de los demás miembros de la familia o de su círculo social o laboral. Esa educación que le dice a los hijos varones que ellos sí pueden salir y tener vida social con libertad, mientras que las mujeres deben ser discretas, recatadas y llegar a horas "decentes". Esa educación que dice que las mujeres deben estar siempre presentables, frescas, sonrientes y atentas con los demás y que los hombres tienen derecho a descansar, esparcirse con los amigos y darse un rato para sí mismos. Esa educación que prohíbe a las mujeres ejercer su sexualidad con libertad y responsabilidad y que enseña a los hombres a "obtener experiencia" y a exigir "pureza". Hablo de todo el bombardeo de estereotipos socio culturales que han convertido a las mujeres en muñequitas de super cuerpazos (o barbies) -y que, dependiendo del círculo social, pueden o no ser requeridas con una buena cantidad de neuronas- y a los hombres en seres indiferentes e inseguros de sí mismos. Y todos, todos esos aspectos de la educación que recibimos, que crían niñas que serán mujeres de baja autoestima, que aprenderán a anular sus necesidades o a desconocerlas y niños que se convertirán en hombres incompletos e incapaces de ejercer ternura y compasión, se tornan en el pan nuestro de cada día y el lugar común de los problemas cotidianos y de pareja.
Pienso, además, que hay una larga serie de consecuencias derivadas de todo esto, no sólo las que ya conocemos y que no dejan de ser aberrantes, y estas se refieren a las consecuencias de cada día, a las que ya nos acostumbramos, a las que nos siguen dividiendo y perpetuando en la guerra de los sexos. Y es lo que ocasiona el tipo de violencia de la que no se habla, la que no tiene que ver con golpes o insultos y de cómo el hombre y la mujer se privan de su plenitud como seres humanos y del goce del amor verdadero.
Si hablamos de machismo, también es necesario hablar de la renuncia que muchas mujeres hacen a su feminidad con tal de "defender" la igualdad de derechos. Aquellas que son rudas, competitivas, revanchistas y despectivas. Las que jamás aceptarán un no como respuesta, buscarán la menor oportunidad para "demostrar que son mejores que ellos" y se sentirán menospreciadas si un hombre les abre la puerta del coche, les cede el paso o les propone formalizar una relación. Y es que así como hay mujeres sumisas, que se anulan, este otro tipo de mujer, que yo llamo revanchista, es un coctel de complejos, miedos y resentimientos que en vez de solucionar el problema, les desarticula emocional y psíquicamente, renunciando a las posibilidades de una comunicación y convivencia sanas.
Es cierto que no hay reglas, porque cada quién las elige y negocia como puede, sin embargo, creo necesario modificar esto de "los derechos" de las mujeres y de los hombres, que no hace más que fomentar la famosa división, que es meramente biológica y funcional y que en realidad hombres, mujeres...todos, somos una sola cosa que es la humanidad. Creo que es necesario cambiar el enfoque y pensar no en los dos géneros, sino en algo mucho más grande que todas las divisiones y clasificaciones que somos capaces de hacer; pensar y sabernos en todas y cada una de las personas que nos rodean y con las que convivimos, saber que tenemos un valor y que el principio básico de "ama al prójimo como a ti mismo" es la clave para resolver todos los males.
Nadie está aquí para atender a nadie, ni para servirle, ni para reprimirle, de ninguna manera. Estamos aquí para aprender que si somos un poco más observadores, nos daremos cuenta que pertenecemos unos a otros, a algo más grande e importante que nuestro propio ego. Sólo basta con entender cómo estamos hechos, o ¿se imaginan a una célula renegando de otra, o al hígado atacando al corazón? Suena absurdo, ¿no? Todo es necesario; todos somos necesarios. Y así funciona nuestro asombroso universo. Creo que esa es la clave del respeto, de la compasión y del amor verdaderos.
Ya para terminar, les transcribo la décima que Daniela Meléndez mandó al programa de esta mañana y que me parece muy, pero muy atinada:
A la par del hombre sueño
compartir no sólo un techo
sino calor en lo estrecho
de un mundo que anda sin dueño.
No desistiré en mi empeño,
seguro se ha de poder
pero es muy triste ver
los golpes, la cobardía
¡Ay! Cuánto se avanzaría
sin maltrato a la mujer.
(...y al hombre, a los niños, a los ancianos, a los animales, al ambiente, etc.)