Hoy quisiera sentirme liviana, ser semilla de diente de león...
Y así, como una semilla, llena de vida latente,
dejarme caer en la tierra,
germinar donde sea y volver a florecer.
Volver a ser, una y otra vez...
Perpetuar el ciclo de la vida.
Quisiera no escuchar las cosas que se escuchan,
quisiera soltar mis angustias y las de otros.
Quisiera entender quién soy sin lo que me conforma,
encontrarle sentido a las cosas.
Y sin embargo el amor me habita,
su certeza, su esperanza,
es lo único que reconozco como verdadero en mí.
¿En qué punto podemos encontrarnos
sin que la realidad nos sorprenda
jugando sinsabores, inventando problemas?
Hace mucho que dejé de creer en las fronteras,
en tantos dioses, en tantas ideas...
Anhelo la simpleza de las cosas,
lo sencillo de percibir sin que nada suceda.
Anhelo la plenitud de la inocencia,
volar en los deseos y que éstos se cumplan,
sin necesidad de que así sea.
Mi fe está en la sola existencia,
en la capacidad de elegir,
de comprender, de observar
y en la empatía.
Mi vida puesta en manos y al servicio de la vida.
Es lo que me queda...
¡y esa es la razón de mi alegría!