Entre políticos mexicanos y religiones te veas...
En este momento de mi vida, simplemente he decidido que mi relación con el mundo espiritual o divino es sólo mía y que la relación indirecta que tengo con los políticos es, malamente, inevitable. Cada paso, cada decisión, cada compra, cada pago, cada lugar al que miro tiene que ver con el desempeño de la amoral clase política del país.
Siento mucho si con estas palabras ofendo la inegridad de alguien que pueda autodenominarse íntegro y político a la vez, así que más vale aclarar que es una generalización y no una sentencia, de la misma manera que sé que existen excepciones en los ámbitos religiosos. El punto al que quiero llegar es a la decisión que he tomado al respecto: Así como he decidido no adscribirme ni profesar ninguna religión en particular, sino más bien, sacar mis propias conclusiones y tratar de ser congruente entre forma y contenido. De la misma manera, aunque más complicada, he decidido no participar de los procesos pseudo político-democráticos que tiene mi país. No creo en ninguna promesa o compromiso de ningún político (da lo mismo el partido), pues al igual que la gente común que hacemos y deshacemos promesas y compromisos como si no hubiera mayores consecuencias, los políticos hacen lo mismo, sólo que sus consecuencias no afectan a una o dos personas...sino a millones. Y no sólo eso, sé que en mi caso, cargaré en la conciencia con las promesas y compromisos que no he llevado a cabo (por eso, creo, son pocos), pero la gran diferencia es que en la mayoría de la gente que está involucrada en la política y realización y aplicación de las leyes, esa cosa extraña y molesta llamada conciencia, ha desaparecido. Son los maestros de la evasión porque, quieran o no (mi esperanza es de que algún día alguien lo confesará), en algún momento han de sentir el peso de las muertes, los pobres, los sobornos, las amenazas, la corrupción y la inequidad que azotan a mi país y de las que son corresponsables. No debe ser fácil vivir medio muerto, medio vivo, con guaruras cuidando tu espalda, con millones de dólares a costa del hambre de los que a penas sobreviven o con muertos y muertos que penden de uno, con amenazas, con presiones. No, por más que me digan, no debe ser fácil y no creo que disfruten de su vida tanto como para que hayan tenido que desensibilizarse a tal grado que tengan que vivir con miedo, con paranoia, con envidia, tratando de demostrar algo todo el tiempo con su prepotencia, se desdén y su eterna y falsa sonrisa. Las mentiras se pagan, tarde o temprano, aquí, en esta vida, algo en mi instinto me lo dice todo el tiempo.
Por lo pronto alguien tiene en mí un votante menos y a cambio, una persona que trata de contrubuir a lograr un mejor entorno de manera personal, pequeña, desde mi pequeña existencia. Ya no espero que algún diputado, senador, secretario o funcionario haga su trabajo. Me conformo con saber que puedo contar conmigo y con saber que hay personas que sí quieren hacer algo, que no quieren ser parte de esa cadena destructiva y que desde su pequeña trinchera, escritorio u oficio, su interés es ser parte de un bien común y no de un bien particular. Porque al final, el único bien es el que es para todos, el que no distingue, el que no segrega, el que es responsable. A todas esas personas que no contribuyen más al deterioro, vaya todo mi respeto, sabiendo que es por gente así que la esperanza aún significa algo.