lunes, octubre 20, 2008

Viajes y retornos

Es muy común que se comente sobre lo bueno del retorno de los viajes como parte del encanto de éstos. En particular, a mí viajar me presenta varios placeres: el de conocer nuevos lados y personas, empaparme de otros aromas, sensaciones y sabores, de cultura, de formas de concebir la vida, el regreso a casa y, principalmente, el regreso a mí misma.

En esta ocasión, quiero platicar del último punto. Y es que un viaje a mí me saca de mi vida cotidiana, de mi rutina y me pone en contacto con mi parte más espontánea y auténtica, me hace recordar quién soy yo, por sobre todas las cosas y circunstancias, me permite evaluar mi nivel de sensibilidad y recepción y me permite también contemplarme con nuevos ojos.

Este último viaje de dos semanas, lejos de mi familia y mi rutina, me permitió darme cuenta de algo nuevo: poco a poco me voy convirtiendo en mi propio saber. La acumulación de experiencias de vida, de todo tipo, me va permitiendo estar, cada vez más cerca de mi ser más auténtico y auqnue nunca dejo de sorprenderme, es muy interesante conocerse a tal grado de tener la certeza de que no se anda más por terreno escabroso o desconocido, saberse como a la palma de la mano, o mejor y disfrutarse a uno mismo, que en particular, es poco el tiempo en que me permito hacerlo, principalmente por mis circunstancias actuales.

Viajar para regresar (como dice un buen amigo), no sólo a casa, sino a uno mismo. Es un regalo y una maravilla.