rutina imperturbable,
muerdo tu recuerdo
hasta desgarrarlo;
le arranco un pedazo,
lo mastico lentamente, lo ingiero
y espero en esta digestión
que algún día te me acabes
(y que en el proceso deseche
lo que no necesito).
Así te devoro,
ya ausente tu cuerpo.
Disfruto cada bocado
sin prisa,
sin condimentos.
Ni me empacho
ni quedo con hambre.
Habrá más de ti
al día siguiente,
suculento manjar,
que seguiré engullendo
sin vino para acompañar.
Así sea, siga siendo,
hasta vaciar la alacenas
de la memoria
(con sus clasificaciones)
de ti,
hasta que no quede nada
que no sea este plato,
tu embalaje,
ni mis ganas de más.
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