jueves, febrero 10, 2005
Yo me pregunto cuándo es en realidad que comienza a llegar el olvido.
He renunciado a duelos anteriores, les he evadido por todos los medios y ello me trajo consecuencias muy graves. Esta vez, sin embargo, he decidido sumergirme en éste. Padecer y gozar todo lo que tenga este proceso, aunque duela hasta la médula. Sé que de ello saldré bien, sin duda. Es sólo que a veces quisiera no sentir tanta confusión, miedo, enojo, ni tristeza... ni añoranza, ni frío.
Decidí renunciar a la idea de tratar de satisfacer mil deseos que eran imposibles y decidí enfrentarme a uno sólo. Tomará tiempo y continuará el escozor, pero al menos tendré la certeza de que por primera vez no le daré la vuelta a las cosas y en esta decisión la renuncia más grande que he tenido que hacer es a un sistema de creencias que me atormentaba y menguaba mi autoestima. Cambios... siempre me han costado trabajo, a pesar de lo que por mis vivencias pudiera parecer, o quizá precisamente por eso. Al menos en esta renuncia decidí recuperar mi sensibilidad y el contacto conmigo.
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Con toda la tristeza
me voy con mi tesoro,
me voy cantando a coro
conmigo, conmigo.
Con ésta que me sigo
y me espera si demoro
me voy cantando a coro
conmigo, conmigo.
A mi sombra sigo
porque el Sol me sigue a mí,
sigo en un lugar del que me fui
(puedo ver los ojos que te di).
Vives donde vivo
porque he sido tan de ti
y hoy que voy tan lejos
no me llevo los espejos,
sólo lo que dentro de ellos
es de mí.
R. Campos, G. Anell y P. Ivison
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