viernes, enero 28, 2005
Ella estaba recostada en la cama. Una gran tristeza se apoderó de su cuerpo y sus pensamientos. Se encontraba ante la inminente realidad del desamor que aquella abigüedad le estaba provocando. -"Qué triste"-, se repetía al darse cuenta de que ya le daba lo mismo si sucedían las cosas o no, si él llegaba o no, si cada quién hacía su vida y nadie necesitaba nada. El momento de decidir había llegado: elegir entre salvar un profundo y hermoso recuerdo y abandonar esa situación mientras aún hubiera algo de amor, o dejar que las ganas de que él la amara, junto con lo que ella sentía, se perdieran en el desgaste y la desgana del desenamoramiento.
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