jueves, noviembre 18, 2004

18 de noviembre

Dieciocho de noviembre, hacía frío, yo temblaba entre todos mis nervios mientras tocaba y tú grababas y sonreías.
Hace dos años que nuestros labios y nuestras voluntades se cruzaron. No sabíamos la clase de aventura que sería, ni había manera alguna de imaginarlo; así, sin más, nos la jugamos, sin saber casi nada del otro, sólo comentarios, chismes, historias, suposiciones y apenas pedacitos de nosotros... Fue hace dos años que dio inicio esta historia, la nuestra, tantas veces interrumpida, resistiendo al tiempo, a los sucesos, a los miedos, a lo absurdo y a lo obvio, en ese amor tozudo e impasible que nos caracteriza casi desde el comienzo. Hace dos años nos regalamos esas mismas cosas que se regalan los que se encuentran, los que desean dicho encuentro, los que ya no pueden esperar. Los que hambre tienen y se desean y se dan sinceramente, humildemente, sin cuestionar, ni cuestionarse nada que no favorezca el dichoso hallazgo. Y en todo este tiempo hemos ido jugando a ser lo que no sabíamos que no somos y fingiendo que fingíamos amarnos... Así las realidades brotan y lo real toma su forma y se concreta y la resistencia pierde fuerza y se diluye en la mentira del supuesto desamor, de la supuesta libertad y de las diferencias.
Meses van y meses vienen, sin romanticismos y sin convencionalidades que alguna vez fueron cruciales para cada quien. Meses salpicados de uno que otro detalle, de la manera tan distinta que tenemos -y sabemos- cada cual para hacernos presentes, para darnos un poco, o un mucho, de nosotros y de dicha. Y en estos dos años hemos conocido tantos cielos, como infiernos, que ni el mismo Dante imaginó. Hemos compartido sueños, dudas, tentaciones, fantasmas, esperanzas y contradicciones al por mayor. Y aún así, el empeño sigue y el amor, o lo que llamamos así, sigue, y nos rodeamos de risa y de llanto, de esos silencios que unas veces son la paz y otras el desconcierto. Y nos llenamos de ruido, de caricias, de besos.
Hace dos años que nos colmamos las manos de nosotros, y desde entonces nos sujetamos a vivír al día y nos sostenemos de ello. Y sí, estoy segura amor, que ya no somos los mismos. ¿Cómo serlo después de tanto? Y esa es mi única certeza, la única que tomo, que no supongo.

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