Primero un tormentón de esos que por más que intentas evitarlo, te empapa hasta las ideas. Ya con el ánimo medio mojado y las piernas hechas sopa, me dirigí a Casa de Artesanías. La música se escuchaba bien y el ánimo estaba para un poco de boleros, Agustín Lara y sones jarochos. Me dio gusto ver a un amigo tocando con su grupo, con toda esa vida y alegría que contagia al tocar los bongoes y la jarana. Miré a mi alrededor. Pasaban las nueve de la noche y parecía mediodía, con todas esas gentes y niños hablando, riendo y caminando entre los estands de libros, con sus colores y luces. Miré a la gente sentada en la parte de abajo y a todos los que desde arriba mirábamos hacia la plaza Quinto Centenario, junto a la barda. Miré cómo caían las gotas de lluvia sobre Los Lagos y me sonrió la noche. En eso, me alcanzó Carlos, el amigo con quien quedé de verme para prestarle el libro que no encontraba, y le pedí un favor especial, aprovechando su viaje de mañana. Inmediatamente después me llevó a conocer a la susodicha en cuestión y comprendí de inmediato que en poco tiempo tendría que desaparecer sutilmente y dejarlos solos. Estaba en esas, cuando escucho que empiezan a tocar
La Bruja... Dios, ¿acaso era un complot?: Amo esa canción. Por alguna inexplicable o neurótica razón, me fascina esa canción. Me identifico mucho con su nostalgia, con la dulzura y dolor de su melodía, con la ingenua sensualidad de sus letras y porque es un pedazo de identidad veracruzana que he hecho mío con el tiempo, desde la primera vez que la oí, subiendo el cerro de San Miguel con mi ahora ex marido, mi hermana y su esposo, una amiga de mi ex y un amigo que llevaba su jarana (imaginen el cuadro: un salvadoreño trepando un cerro, tocando y cantando sones jarochos , durante cuatro horas), hasta aquel diciembre donde comprendí que comenzaba a echar raíces en esta ciudad, a pesar de mi resistencia. Desde entonces se sembró en mi corazón, como un presagio.
Pensé en él, que me pensaría desde el Sur; en cuánto me hubiera gustado que estuviera allí y cómo le hubiera alegrado compartirlo conmigo. También pensé en aquella herida, que aún se inflama de vez en cuando; en lo imposible de compartir esa parte de mí con él...y me alegré. Me alegré de encontrarme allí sola, deseando compartirlo con más gente. Siendo yo, símplemente. Me quedé hasta que terminó de tocar el grupo y bajé a saludar. Después alcancé a Carlos y a
Matilde y nos despedimos.
La noche, la lluvia, la luna azul (que ya no pude ver) y la música me llenaron el alma. Qué sencillez, qué maravilla y qué nostalgia tan deleitable. La vida corre despacito por mí, adentro, como acariciándome las venas. Buenas Noches.
La Bruja
Ay que bonito es volar
A las dos de la mañana
A las dos de la mañana
Ay que bonito es volar, ay mamá
Volar y dejarse caer
En los brazos de una dama
Ay que bonito es volar
A las dos de la mañana, ay mamá
Me agarra la bruja
Me lleva a su casa
Me vuelve maceta
Me da calabaza
Me agarra la bruja
Me lleva al cerrito
Me sienta en sus piernas
Me da de besitos
Ay dígame, dígame, ay dígame Usted:
¿Cuántas criaturitas se ha chupado Usted?
Ninguna, ninguna, ninguna no sé
Ando en pretensiones
De chuparme a usted...
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