En el Oficio de Quererte
En el Oficio de Quererte
Entre que te quiero y ya no puedo y todas esas cosas que me abruman; a todo eso lo llamamos vida. Entre que sigo o ya de plano mejor me quedo. No sé qué digo, pues en el oficio de quererte no hay contrato colectivo, ni cláusulas que definan a dónde vamos, o qué hacemos. Es aquí, dentro, donde aún me sabes, me dueles; donde el recuerdo te llama noche a noche y la razón me pide tregua, que siga o que tire la toalla. En el oficio de quererte
y no tenerte, de no saber, aprendo, vivo, existo. Y en el ínter me muero, un poco, cada día. En este oficio no tengo días de asueto, ni permisos por salud, no me descuentan por retardo, pero cada retraso son mil años de azotes, propios o compartidos. No pido vacaciones: No puedo, aunque a veces lo quiera, aunque a veces no pueda. Estoy aquí, ahí, donde me necesites. Dispuesto las veinticuatro, los trescientos seseta y cinco. O cuando menos lo intento. En el oficio de quererte, en este oficio, trabajo, faena, jornada, labor o chamba. Este es el oficio que me toca, que no he pedido pero me ha sido dado. ¡Gracias Dios! Este es el oficio de quererte, ahora que me capacito, que al fin estoy aprendiendo, que finalmente disfruto; es en este oficio que hoy me despides. Renuncia de carácter irrefutable y fírmale porque hay que seguirle. No me despides, me corro yo mismo por mi ineptitud, por falta de, carencia o simplemente por imbécil. En el Oficio de Quererte, Oficial de primera instancia y última oportunidad. En este oficio, ya en desuso. Es el oficio de quererte, y otra vez, al final es no tenerte. ¡Renuncio!
(Eduardo Miramontes)
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