lunes, julio 26, 2004

Miedos, fantasmas y soledades

Hace unos días platicaba con un amigo, que es como mi hermano. Es una persona sumamente inteligente y yo diría que multitalentosa también. Sin embargo, creo que a lo largo de su vida, no tuvo muchas oportunidades de enfrentarse a verdaderos retos y aprender a desarrollar resistencia ante la frustración. Todo esto hasta hace tres años, que nació su hija, que ya no ha tenido más lugar dónde esconderse. Después de trece años de conocernos fue la primera vez que le escuché aceptar que es evasivo y que tiene miedo; algo que para muchos sería muy sencillo de aceptar y ver y que para otros representa una amenaza terrible, hasta que la vida ya no te da más opciones y entonces o le entras a los catorrazos, o te hundes. Yo sé en carne propia lo que son el miedo y la evasión y sé lo que es que éstos te corten la piel y te carcoman los huesos. Lo sé porque en mi vida he tenido que tomar muchas decisiones y riesgos (como todo el mundo) y aunque ha sido todo para bien, muchas de mis decisiones han sido declaradas evasiones hacia alguna situación, emoción, conflicto o miedo y me han traído consecuencias graves, que me han costado mucho superar. Hace poco fui capaz de definir, por vez primera y de manera honesta, el miedo más grande y más profundo que tengo y eso me dio las herramientas y el valor para recuperarme a mí misma y rescatarme de una profunda indiferencia hacia mi propia persona. Lo que escribí entonces fue:

Me tengo miedo. Soy el miedo más grande y poderoso que tengo. Le temo a lo que pueda hacer o no hacer de mí… y esa es precisamente mi perdición. Le temo a mi falta de fe, a mis insultos, a subestimarme, a fastidiarme y a dejarme sola. Le tengo miedo a mi propio juez y a mi crítico, a “no dar el ancho” y a dejar de invertir tiempo en mí. Le temo a mi propio rechazo, a mi autoultraje, a mi propia ira. Le temo a dejar de amarme y de luchar por mí y para mí. No quiero compasión; sólo quiero aprender a desprenderme de estas cosas y tomarme de las manos yo misma y llevarme a donde quiero.
 
Cuando terminé de escribir, me di cuenta de que lo que toda la vida había yo nombrado como "miedos" eran consecuencias de estas cosas. Entonces fui capaz de mirarme al espejo y aceptar y reconciliarme con la imagen que tenía enfrente. Fui capaz de tomarla, reconocerla y amarla. Fui capaz de generar fuerza y decisión y, sobretodo, de generar esa fe, que mueve más que montañas: Nos mueve a nosostros mismos.

Espero, de corazón, que Garrik sea capaz de mirarse al espejo, de aceptar, acoger y amar lo que mire, pues lo que está detrás de nosotros es lo que nos hace ser de manera integral. Así como Atreyu, con valor, paciencia y esperanza, logró llegar al Oráculo del Sur. Se trata de hacer y enfrentar retos desde un punto de vista constructivo y creativo, en vez de luchar contra nosotros mismos.

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