viernes, enero 07, 2005
A veces me da miedo poner en palabras conceptos y situaciones que he aprendido en procesos muy lentos y a través de la sensibilidad, más que de la razón, porque siento que al hacerlo su significado se vacía y se desgasta, perdiendo la fuerza y el impacto que tiene; sin embargo, esta vez encuentro necesario para mí tangibilizarlo de esta manera para que no se me olvide, o me sirva de brújula cuando no encuentre el rumbo.
Este fin de año me dejó muchas cosas, no sólo aquellas de las que ya hablé, sino también del significado de la confianza. Y es que lo que he aprendido se trata de que una cosa son los asuntos, situaciones y aspectos de la vida que decidimos compartir con las personas y el grado de responsabilidad que les -y nos- designamos en la interacción y otra es el espacio que abrimos y brindamos para hacer este intercambio, para ser y dejar ser, para fluir y coincidir. Es este espacio lo que yo llamo confianza... lo que he aprendido a llamar así. Y en este claro, que nosotros abrimos o cerramos a conciencia y decisión propia, es donde nos permitimos establecer vínculos de todo tipo, donde todos tenemos derecho a no ser perfectos y a tratar de entablar este contacto de la manera más sana y funcional que podemos. Así, los juicios y prejuicios dejan de tener sentido -que no la objetividad- y surge la posibilidad de apreciar todo desde una perspectiva más integral y por tanto, más enriquecedora y relajada.
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