sábado, febrero 03, 2007

Siempre he pensado que las casualidades no existen y que existen buenas razones para que ocurran las cosas que suceden. Pulguita murió el domingo pasado, pues la operaron para que no tuviera más cachorritos y se intoxicó con la anestesia, ya que, debido al tiempo, estré y mala vida que pasó en la calle, su hígado estaba muy deteriorado y no la pudo procesar. Nos explicó el médico que es muy común en perros callejeros, por el tipo de vida que llevan, y que la única manera de saberlo es mediante análisis de laboratorio que, además de caros, por lo general no se les hacen a los perros, en especial, si la que encargada de cuidarlos es una asociación civil con recursos limitados.
Gil y yo lo lamentamos mucho, pues ya teníamos la ilusión de adoptarla, sin embargo, pienso que de no haberla recogido y llevado a que la trataran, la sarna y la deficiencia hepática se la hubieran acabado terriblemente. Al menos murió dormida y en sus últimas semanas de vida tuvo comida, techo, carño y atenciones. En fin... la vida tiene una sabiduría hasta en estas cosas. Gracias a la Pulguita por darnos la oportunidad de empatizar y conectar más allá de nuestra cotidianeidad. Ya nos volveremos a encontrar...

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