viernes, octubre 29, 2004

¿Quién muere?

El post de hoy podría dedicarlo a ciertas persnas en específico, pero prefiero que sus palabras sirvan a quien las lea y sean, finalmente, de quien pueda encontrar en ellas un aliento, un espejo, o una reflexión oportuna. Gracias a la persona que me lo hizo llegar, no podía ser en un momento más "vivo" y "vívido" para mí. Feliz fin de semana a todos.

¿Quién muere?
Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, quien no arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce. Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre el blanco y los puntos sobre las "íes" a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos.
Muere lentamente, quien no voltea la mesa cuanto está infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de ese sueño que lo está desvelando, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.
Muere lentamente quien no viaja, no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en si mismo. Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar.
Muere lentamente quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante. Muere lentamente quien abandona un proyecto antes de iniciarlo, quien no pregunta sobre un asunto que desconoce o no responde cuando lo indagan sobre algo que sabe. Muere lentamente quien no comparte sus emociones, alegrías y tristezas, quien no confía, quien no lo intenta. Muere lentamente quien no intenta superarse, quien no aprende de las piedras del camino de la vida, quien no ama y se deja amar.
Evitemos la muerte en suaves cuotas, recuerda siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar.
Pablo Neruda.

jueves, octubre 28, 2004

Reencuentro

Hoy tenía ganas de escribir sobre la película que vi ayer a medio día, sobre mi calle, que a veces duele, o mi país, o esta Latinoamérica, o la humanidad que insiste en su cíclico y fatal destino. También pensé en escribir sobre la hermosa Luna a la que daban ganas de alcanzar de un salto y darle un beso, bellamente engalanada para el eclipse de esa noche. Después consideré hacerlo sobre patrones viciosos y/o viciados, cambié de opinión y se me ocurrió hacerlo sobre mi proyecto de canciones, ese que lleva gestándose como un año, que insiste y se empeña en llevarse a cabo; en fin... Pero más bien he decidido que hoy voy a hablar sobre una niña muy especial. Ella debe tener unos cinco años aproximadamente; la conozco desde que nació...o antes. Hacía mucho tiempo que no la veía y hace poco más de un mes me la encontré o, mejor dicho, la busqué. El encuentro se dio en un cuarto grande, adornado con algunas macetas y acogedor a primera vista, pero un tanto frío. Ella se encontraba al otro extremo de la habitación, me impresionó su expresión, una mezcla de necesidad de afecto, de protección, de renuncia, de desconfianza... ¿Cómo era posible que no me reconociera? Pero así son los niños y uno tiene que hacer presencia en sus vidas cotidianamente, sino se está condenado al desconocimiento. Después del primer shock, me detuve a mirarla con paciencia. Me di cuenta de que es una niña tímida, pero alegre, realmente amable y con una capacidad extraordinaria de contemplación y de contención. Después de un rato de extenderle mis brazos, finalmente poco a poco se fue acercando. Respeté su precaución y esperé pacientemente a que se convenciera de llegar hasta a mí. Cuando por fin llegó, comenzamos por tomarnos los dedos de las manos, hasta que el esperado abrazo llegó y sentí un calor y un descanso indescriptibles. Cuando caí en cuenta, pude notar que la pequeña se aferraba a mí con una entrega y aprehensión poco comunes y entonces comprendí la necesidad tan grande de esta niña de sentirse amada, protegida, reconocida y respetada. La besé, acaricié sus cabellos hasta el cansancio y lloré con ella. Me pidió que la llevara a un lugar seguro. Fuimos a la casa de mi infancia, al restaurante donde estuve por última vez con mi familia y a la pirámide que está por ahí cerca, hasta que por fin terminamos en mi casa y la subí a mi recámara para que pudiera jugar con la colección de osos de peluche que mi madre me regaló o... ¡ya sé! Para que conociera aquel perrito verde que tanto me ha confortado desde mi infancia, para arrullarla con el mismo búho musical con el que me dormía mi madre o para que jugara con ese chango remendado y viejo que “me apropié” desde los dos años. Entonces, luego de explorar el lugar, sentada justo en medio de mi cama, y confirmar que se encontraba segura, me miró, y en ese eterno instante hicimos un pacto de amor, de confianza y protección y juramos nunca más volver a separarnos. Le aseguré –y a mí también- que puede confiar en mí, que jamás tendrá que volver a posponerse a sí misma. Ella, a su vez y sin decir palabra, me prometió el incondicional e inmenso amor que sólo un niño puede dar. Esta niña, puede fácilmente deducirse, soy yo.

Así, muchas cosas han cobrado sentido desde entonces, como mi desmedida aprehensión, hasta mi irracional desconfianza (que fue un descubrimiento nuevo para mí) y que solía confundir con repulsión. Mis mecanismos de evasión, los que postergan mis necesidades por priorizar las ajenas y los que ocasionan la verborrea que me hace salir de centro y de foco y no me deja ver mi realidad y la validez de una necesidad genuina. Desde entonces he podido, poco a poco, ir reconociendo cuándo se activan estos mecanismos y estoy aprendiendo a decirles no, a demostrarle a Paty niña y a Paty adulta que el amor y la confianza comienzan por el reconocimiento de las necesidades y por el respeto. Paty ha vuelto a confiar, ha recuperado su inocencia y es también un adulto responsable de una niña que necesitaba, desde hace más de veintitantos años, ser reconocida. Ambas nos protegemos cuando sentimos miedo y nos echamos a reír cuando descubrimos que el coco era inventado y que la vida espera con las mismas ansias con que nosotras deseamos vivirla.

jueves, octubre 21, 2004

Llena de luz

Anoche, cuando ya me disponía a dormir, alcancé a escuchar el llanto desconsolado de una mujer. Qué va! Eso no era llanto, era algo más orgánico, más fuerte, más desgarrador. Al escucharla, sentí mucha congoja, impotencia y hasta enojo por el malestar que me causa el sufrimiento, aún el ajeno. Sin embargo, tampoco pude evitar recordar los meses en que escuché en mí misma ese tipo de llanto, ese que a gritos pedía que soltara la carga que no me atrevía a dejar en los últimos seis años... o más, a pesar de que el peso me estaba oprimiendo cada célula de mi cuerpo y cada pedazo de alma. Y tampoco pude evitar la consecuente reflexión de lo afortunada que soy, no sólo por haber sido capaz de aceptar la existencia de aquella carga que llevaba a cuestas, sino también por haber podido dejarla ir. Y ahora, me encuentro bien, en toda la extensión de la palabra, y soy feliz. Soy feliz a pesar de mis nostalgias, de mis miedos, de mi incertidumbre, de mi desconfianza, de mis problemas de comunicación, de mi inconstancia, de "doña perfecta" y de todo lo que no salió bien atrás. Soy feliz porque tengo la capacidad de serlo, de amar la vida, la propia y la ajena, de hacer algo bueno con ella, de trabajar por lo que quiero, de seguir mejorando y contar con parámetros para darme cuenta de ello, porque tengo a mi familia, porque sé amar y soy amada, porque sé fijarme retos y alcanzarlos... aunque me cueste once años, como mi carrera, aunque tenga que decirle no a la muerte o a un matrimonio, aunque tenga que superar mi miedo al cambio, a pesar de mi miedo al fracaso. Y viene a mí esa canción de Silvio Rodríguez que dice: "Soy feliz, soy un hombre feliz y quiero que me perdonen por este día los muertos de mi felicidad"... Y los muertos sé que no sólo nos perdonan por ser felices a pesar de ellos, sé que ellos quieren que seamos felices. Así que más bien, que me perdonen los vivos, los que aún tienen (tenemos) la oportunidad de hacer algo por nuestra propia felicidad. Como aquella mujer que escuchaba anoche, que tan lejana se escuchaba de la suya, pero que, ¿quién soy yo para subestimar su capacidad de salir adelante?
Hoy el día ameneció hermoso y despejado, lleno de luz... y mi corazón también.

martes, octubre 19, 2004

No me encuentro, me extravié y no puedo dar conmigo. Si alguien me ve, favor de avisarme, no sea que me vaya yo a perder...

Instintos

Yo creo que en algún momento de nuestra vida todos hemos sentido alguno de nuestros instintos manejándonos a su antojo o haciéndonos pasar un rato que no esperábamos. Finalmente somos animales, animales morales, intelectuales, con conciencia, con alma, con lo que quieran, pero animales, ¿no?

La semana pasada, que fue la última en que ofrecimos conciertos didácticos con la orquesta, me sucedió algo muy "curioso". Yo no sé si se debió a mes y medio de ver niños todos los días, o símplemente que ya empezó a hacer "tilín tilín" el reloj biológico. Me refiero al instinto materno. Y es que siempre me han gustado mucho los niños, de hecho mis sobrinas son mi perdición, como alguna vez lo fueron también mis alumnitos (cuando daba clases a niños), pero una cosa es la empatía, frescura y vida que pueda lograrse con ellos y otra cosa es sentir en tu cuerpo una extraña sensación que corre por las venas y que te llama hacia el camino de la maternidad. Sí, de la complicada, esclavizante y arriesgada maternidad. Sé que aún soy joven (26 años) y que tengo taaanto camino por delante, tantos planes... y absolutamente ninguna condición favorable para tener un hijo; es sólo que nunca en mi vida había tenido esta sensación (quizás sólo una vez, en un sueño que tuve), que yo recuerde, y me parece curioso darme cuenta, una vez más, de cómo funcionamos las personas, al menos en este sentido.

Ojalá algún "día de éstos" (o sea, un "año de estos") se me haga saber y entender lo que es ser madre en carne propia. Un día, cuando pueda lograr condiciones favorables para ello y mi necesidad de crecimiento individual sea compatible con ello.

viernes, octubre 08, 2004

Entonces cerré los ojos para ya no verte. Y cuando los abrí, ahí seguías con todos tus múltiplos de tí...

Entre el letargo, la realidad y la esperanza

Ayer me encontraba, felizmente, escuchando música con un amigo. Desde música clásica hasta jazz, pop, fusiones locochonas, etc. Sin embargo, en uno de los "viajes" musicales, escuchamos a Mahler, primero un fragmento de la 4a. Sinfonía y luego, oh! Maravilla de la creación humana, la 3a. Sinfonía. Yo recuerdo que la primera vez que la escuché fue un shock para mí en todos sentidos: musical, espiritual y emocional. Captaba los movimientos de la armonía como si me dejara arrastrar por un mar de oleaje infinito. Recuerdo muy bien que me conmovió hasta las lágrimas, de esas que salen de quién sabe qué lugar recóndito del alma. Hay un texto, la Canción de la media noche, de Así hablaba Zaratustra ( de Nietzche), que Mahler incluyó en el 4o. movimiento, encarnada en la voz de una soprano y que dice más o menos así (traducida del alemán, claro está):

¡Oh, hombre! ¡Oh, hombre!
Pon atención; pon atención...
¿Qué es lo que la profunda noche dice?

Yo dormí,
"Y de profundo sueño desperté".

¡El mundo es profundo!
Y más profundo de lo que el día recuerda.
"Profundo es su sufrimiento".

El gozo es aún más profundo
que las penas del corazón.

El sufrimiento dice: ¡Márchate!

Todos los gozos quieren eternidad.
Quieren una profunda, muy profunda eternidad...

Claro que si uno escucha esto con la música de Mahler y además ententendiendo un poco el contexto de la escuela de Nietzche... Ni hablar de qué fue lo que "despertó" en mí, de mí...y lo que me pedí a gritos mandar de nuevo a dormir (favor de no pensar en doble sentido!).
Mejor se los dejo como un pedacito de reflexión y si pueden, escúchenlo. Feliz fin de semana.

martes, octubre 05, 2004

Serena

Sólo las hadas, creo yo,
pueden censar las aves,
zurcir las hojas rotas
con la saliva de las babosas,
recopilar las blandas huellas
de chuparrosas.

Sólo la savia, creo yo,
sabe a lo que tú sabes,
¡qué cantidad de tentación
poder quemar tus naves!

Saberte un libro de secretos,
confiarte el truco de mis llaves,
¡qué cantidad de tentación
poder quemar tus naves!

Serena y cándida alma en paz,
que de un jirón toda te vas,
te estoy queriendo en el imán
de tu jamás.

Serena y cándida,
trampa de orquídea y pan,
igual que tú, los astros van
en miles de velocidad
sin derramar gota de agua,
mientras me mina tu humedad,
tu droga todavía es calma.
Y espero así llegar la edad
del curso migratorio de tu alma...

Rafael Campos
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Hoy fue un buen día, con todas sus cosas y salvo el ruido de las tres construcciones que rodean la casa donde vivo, que me vuelve loca y no ayuda mucho en esto de encontrar calma, puse un pie en el camino que buscaba. Hoy ha sido un día dulce, a pesar de todo lo que aún no encuentra su lugar, o su razón, o su entrada o su salida, en el primer paso al lugar donde me hallé, es decir, donde me encontré a mí misma. He cantado mucho, mucho... y el canto le da vida a mi alma, al igual que la risa, y me ayuda a darle vida a todo lo demás: el trabajo, la rutina, el estudio, los proyectos. Así que con permiso, que me voy a seguir cantando...

lunes, octubre 04, 2004

Del olvido al no me acuerdo...

No sé exactamente de dónde habrá salido esta frase, pero hoy quisiera poder aplicarla. A veces las memorias duelen. No sé cuál de todas o si todas, pero duelen y uno se cansa de ese dolor, del temblor en las manos, de la opresión en el pecho... del llanto que se ha secado. No sé en qué momento perdí el camino, al menos el de lo que hace bien. Sé que hay procesos que no pueden evitarse, ni evadirse, pero sí sé que la memoria también es terca y que la terquedad de los corazones siempre encuentra una -o muchas- razones de ser. Sólo sé que de nuevo me doy de bruces con el dolor y me enoja, me cuece el estómago, las entrañas... Ojalá no encuentre el camino de vuelta... Ojalá que el que encuentre sea el que me llevó hacia mí.
"Y debiera ser distinto
pero aún sufro tu partida,
lloro al pie del laberinto,
cruel de tu piel,
porque he hallado la salida..."

domingo, octubre 03, 2004

Jugosos Dividendos

El viernes asistí a la presentación del disco del grupo Jugosos Dividendos, orgullosamente xalapeño; y digo esto porque aunque sus integrantes no son todos oriundos de esta ciudad, la idea, las composiciones y toda la riqueza y fusión que los compone han tenido lugar aquí, donde felizmente fueron a encontrarse. Me da muchísimo gusto y orgullo, por todos ellos y por los amigos que tengo en dicha agrupación, que finalmente hayan podido concretar este proyecto, que a mí me consta, les ha costado meses y meses (...y como tres años) de duro trabajo, esfuerzo, creatividad, dinero y las ganas de hacer algo bueno que no se ha hecho antes. El conjunto está integrado por tres vocalistas mujeres (de las cuales una ya emprendió vuelo para aventarse de solista), todas de voz muy bella y con diferentes estilos, que aporta mucha riqueza y diversidad al asunto y un hombre, que además de cantar, es el autor de la mayoría de las letras. Otros dos de los integrantes hacen coros también. Cuentan con guitarras (acústica, flamenca y eléctrica), jarana (instrumento popular mexicano, descendente de la guitarra barroca), cajón, batería, percusiones, flauta, sax, bajo y metales. No sé decir quién pueda ser más talentoso. Lo que sí sé, por fuente directa, es que es un excelente trabajo en el que todos se involucran, celebran las ideas de los demás y las enriquecen con las aportaciones que cada uno puede hacer, según sus herramientas. Cabe destacar la gran calidad literaria y musical de sus creaciones, que no dejan de sorprender en cada canción. Fusionando ritmos latinos con jazz, son jarocho, bossa nova, blues, etcétera (porque en verdad saben hacer de todo), logran un resultado rico, por demás coherente y de gran valor cultural y artístico, me atrevo a decir. Por el momento, y espero que alguien de ustedes pueda ayudarme al respecto, no sé adjuntar archivos de audio al blog, así que no me es posible compartirles en forma integral alguna de las canciones. Así que me limitaré a escribir un par de letras que por sí solas tienen, desde mi punto de vista, un gran valor poético, ambas de Rafael Campos. Gil, Rafa: Mil felicididades y enhorabuena!!

Predestinación

Hoy es un día de sombras
en los llanos de mi alma,
nada en calma, todo nombra
uno por uno los días...

Cómo me fue a suceder
yo que tanto te quería,
qué accidente de la sangre,
irte a perder,
toda yo soy una herida.

Sudando estoy tu perfume
tu aliento era mi rutina,
mi saliva me envenena,
la tuya era medicina.

Hay noches en que me espanto
de esta nostalgia enfermiza,
el cuerpo me duele tanto,
me lastima la sonrisa,
quiero quitarme la piel
cual si fuera una camisa,
le prendí lumbre a tu foto
y aún te veo en la ceniza.

Se me ha agolpado el quebranto
y yo que nunca fui a misa
una plegaria levanto,
pido por mí,
pongo un santo en la repisa.
Y debiera ser distinto
pero aún sufro tu partida,
lloro al pie del laberinto,
por el de tu piel,
porque he hallado la salida,
juego el rosario de besos
con los que juega el que olvida,
no me he de morir de eso,
lloro porque
me avergüenza estar con vida,
con vida, con vida...

Llóralo, llóralo con el corazón,
un día te marcó la pasión,
predestinación.
Ruega por él,
fuga de la memoria,
ruega por él,
ángel de la neblina,
ruega por él,
santito de las historias,
ruega por él,
virgen de la rutina,
ruega por él,
misterio de la saliva,
ruega por él,
espejo de la verdad,
ruega por él,
gran puerta de la salida,
ruega por él,
no lo dejes regresar,
ruega por él,
querube de lo que hube,
ruega por él,
dolor que no sabe el cuerpo,
ruega por él,
calvario de que te tuve,
ruega por él,
¡y cruz de vivir despierto!
ruega por él, ruega por él...

(Y al final de la letra, ésta nota: Basada en el tema de la tradición venezolana "Predestinación". Predestinación y plegaria busca hacer de la ausencia un rosario. Mitad maldición y mitad procesión, esta letanía está muy lejos del "amén" pero muy cerca del amen.)

Encampanados

"Encampanados", como dicen los antiguos,
al dar el toque nuestros cuerpos se recrean
mejor que estar junto de ti es estar "contiguo"
donde dejamos que los espejos nos vean...

Y la campánula que forma la corola
busca su presa, su delirio, su badajo,
así presagio tu tañir como una ola
como un relámpago que viene desde abajo.

Campanita soy, siempre lo he sido,
pero también tu cuerpo llama como a misa.
A tus muslos de bronce yo voy ensordecido
con toda la calma que lleva el que va de prisa.

Campanita soy, ese es mi pulso,
desde que te ví ya te estaba yo tocando...
Cuando te dí el sí ya llevaba impulso,
convulso te oí, me detuve en tí, ¡te dejé vibrando!

"Si dan darán", "si dan darán" dicen las campanas
que las cosas son parejas así lo dice el refrán.
Dan, darán, dan, darán...

"Desde que te ví venir le dije a mi corazón
qué bonita piedrecita para echarme un tropezón"
Tilín, tilán, tilán...

"Yo soy como mi jarana
con el corazón de cedro
por eso nunca me quiebro
y es mi pecho una campana".

Tan galán y tan galán
que me siento esta mañana
bajo mi mujer-campana
me gusta repiquetear...

Rebotar en las ventanas
cuando la escucho sonar
"ariles y más ariles,
ariles del Malibrán".
Ariles del campanario
me comienzan a llamar,
a llamar...

Y bueno, si alguien sabe cómo subir audio al blog, se le agradecerá de sobremanera y además de subir estas canciones (o alguna de las dos), podré también subir las otras dos que mencioné en posts anteriores. Así que, ¡ayuda!, soy músico: ¡No concibo un mundo sin sonido!